La vaca casina o raza “bovina asturiana de la montaña”es autóctona del Concejo de Caso y como tal, presenta una morfología perfectamente adaptada al medio. Tiene una apariencia compacta, aunque tamaño pequeño, pues el duro entorno hizo bajar su alzada y su peso, estando caracterizada por las extremidades cortas y formas recogidas. La cabeza es pequeña con relación al cuerpo y sus cuernos son largos, en forma de lira baja y el pelaje, rubio o rojizo.
Se trata de una raza integrada desde tiempos inmemoriales en el paisaje y ecosistema asturianos, que tuvo un papel muy importante en la fijación de población en las áreas de montaña, no sólo por triple aptitud (producción de leche, de carne y de crías), sino sobre todo, por su gran docilidad. Si hay un rasgo que caracteriza a esta vaca, son sus ojos, salientes, grandes, con largas pestañas negras y una ojera de pelos negros que rodea la zona blanquecina de alrededor de los ojos. Sobre todo, su mirada noble ha constituído un gran apoyo para el campesino a lo largo de los siglos.. No hay más que recordar el emotivo relato de Leopoldo Alas, “Adiós, Cordera”, tan expresivo de la vinculación entre el animal y la familia campesina.
La vaca casina pasa los meses de primavera y verano en las “mayadas” de los concejos de la alta montaña; allí aprovecha eficazmente los pastos de altura, que le sirven para producir una leche muy rica en grasas y proteínas, ideal para elaborar el quesu casín. Recién entrado el otoño, en el mes de octubre preferiblemente, los ganados bajan a los pueblos y, después de participar en las tradicionales ferias, se estabulan para protegerse de los rigores del invierno.